Frente a los ventanales del estrecho pasillo está la fila de puertas, una tras otra muy cercanas, que abre a las direcciones escolares de la facultad de humanidades. Pensaremos quizás que podríamos caminar por aquí, abrir alguna de ellas y escuchar alguna conversación sobre historia, literatura o filosofía. Pero no, aquí solo se sabe de matrículas y horarios.
Ante un temblor o terremoto, sería un acto suicida elegir esta como vía de escape. Apenas alguien tropiece no habrá forma de abrirse a seguir caminando. El color amarillento de las paredes le da un poco de calor a estos meses en el que el frío se siente en los huesos.
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