miércoles, 8 de octubre de 2014

"No soy humilde"

Hablar de sí mismo con total sinceridad sería una utopía. Uno siempre quiere quedar bien: responder bonito, hablar con propiedad, y decir la verdad que quiere oírse. Porque la crudeza duele, la verdad hiere y la frialdad confunde. Escribir de mí es poder dar a entender que cuando hablo miento, cuando me río me cosquillea la espalda, y que para llorar no necesito compañía.

Casi dos décadas de vida y aún no busco a mi padre para conversar sobre el, o yo, o quizás ambos; pero veo a mi madre y le agradezco todo lo que hizo, hace y hará por mí. A Dios por dármela, claro, soy católico practicante, los creyentes vienen y van. No, no soy humilde, capaz eso no ayude a definirme como "buen" católico. Pero quitémosle la pretensión de serlo o no para agradecerle a la vida, Dios, por lo que me va dando, y quitando.

Flauta, teclado, cajón, armónica, y cuatro guitarras armonizan mi cuarto con un frenesí inigualable. Horas me aguardan en mi celda llamada música. Preso de cuerdas, teclas, y llaves flautescas que muchas veces me llevan a encontrarme con ´mi´ Dios. ´Mi´por si algún ateo no lo quiere para él. Y no solo lo encuentro en esa forma, sino dentro de un grupo de zanahorias (díganles sanos) que me ayudan a alejarme de 'mi' pecado.

No creo en la suerte, superstición, brujería, ni el sexo prematrimonial. Deduzcan a su antojo... La abstinencia es la mejor forma de no ´malograrse´ la vida y el mejor entrenamiento para la fidelidad. Nótese la cantidad de divorcios hoy en día. Para finalizar soy un hombre que solo se dejaría peinar, maquillar, vestir, por alguna de sus hijas. Pero aún no las tengo, ojalá Dios me de alguna.

martes, 16 de septiembre de 2014

Como si fuera.

Las ironías te llevan a conversar de Lima con un chileno, Alberto Valdivia ya se acostumbró en acelerar por la avenida José Larco en su Mercedes de alquiler. De barba cana y ojos saltones mantiene la mirada atenta cuando se trata de bellas peruanas. Es adinerado claro está, pero no pierde la costumbre en ir de compras.
Caminaba por la avenida Benavides cuando a un señor de no más de metro ochenta se le caen sus bolsas de Vivanda al suelo. Me acerco a ayudarlo y me confundió con un trabajador, mi polo verde fue la razón. Me quiso dar una propina. Le dije que no trabajaba allí, que solo lo vi aturdido y decidí ayudarlo. “Gracias de verdad y disculpa por la confusión”, me dijo. Noté el dejo y me aventuré a preguntarle “¿Usted no es de aquí cierto?”. “No, soy de Chile, vine por trabajo”, respondió.
Le di la bienvenida y con una sonrisa entre dientes me agradeció. “¿acaso no está cómodo en la ciudad?”, pregunté. “Solo en el hotel porque cuando salgo a las pistas me asfixio. No viviría aquí ¡que desorden! Solo vine un par de meses por un par de negocios. Pero eso sí, La comida del hotel dónde me reúno es deliciosa. Se llama Marriot, ¿conoce?”, sonreí y asentí con la cabeza. “Me han dicho para visitar la plaza mayor, ¿es seguro por ahí?”. Le dije que sí, al menos esa zona era segura. Otra situación que los turistas evalúan es la seguridad del país o ciudad que visitan, los mochileros son los más perjudicados. Se quedó con la insatisfacción del “al menos esa zona es segura” y me dijo: “no me diga eso, es la primera vez que vengo y tengo referencias que es una ciudad segura”. Van diez minutos de conversación y aún no me dice su edad. ¿Treinta? ¿Treinta y cinco? ¿Cuarenta? Con confianza: “¿cuál es su nombre?”. “Alberto, Alberto Valdivia. Un gusto”. Demoraba en arreglar sus compras porque durante la conversación sonreía a cuanta señorita pasaba por nuestro lado. Luego de quince minutos acabó –sí, eran demasiadas-. ¿El auto era suyo?. ¡No!. Solo lo alquilaba por estar de viaje ¿cuánto costará alquilar un Mercedes? Ni eso, ¿alquilan Mercedes? Di por terminada cuando acabo de acomodar sus bolsas y agitó la llave del carro. “Tengo que irme” dijo “mi reunión está por comenzar y tengo que dejar esto en la casa del…” –sonó el teléfono- emitió un par de monosílabas afirmativas, colgó y me estrechó la mano. “Hasta luego, gracias por ayudarme con las bolsas”. No me dijo ni su edad ni en la casa de quién vivía. Pero por el Mercedes y el Rólex de su muñeca diría que es algo adinerado.

Arrancó y me dejó la intriga de la que si era un turista satisfecho. Valdivia se quejó de la falta de seguridad y del desorden. Eso haría menos atractiva a Lima para pasar unas vacaciones placenteras. Claro, en los lujosos hoteles de Miraflores, San Isidro les ofrecen las mayores comodidades. Mistura es un buen pretexto para degustar. El centro histórico es un legado histórico, religioso y cultural que nos pertenece y visitarlo es un placer. Si es que este empresario regresa para unas vacaciones se debe ir satisfecho. Para esto la agencia de viajes que contrate debe ofrecerle un gran hotel, un gran restaurant, un buen tour, solo lo mejor. El cielo gris, la humedad, hacen que como limeño prefieras la sierra con su techo celeste y sus oxigenadas calles.

martes, 9 de septiembre de 2014

Tocando el cielo.


El reloj marca las dos de la madrugada del tres de julio. Hermann Buhl, alemán de 29 años, es el mejor hombre de esta expedición y se despierta para partir solo hacia la cumbre. Kempter se queda dormido en el campo V a 6900 metros. Están en el Nanga Parbat, montaña de Pakistán que acaricia el cielo con sus 8.125 metros de altura. Es la novena montaña más alta del mundo y a Buhl le faltan 1250 metros para llegar a la cima.

Ya paso más de un mes de esta expedición alemana llevada a cabo sobre la figura del doctor Karl Herrligkoffer quién ve en Buhl a un escalador con gallardía.  Pero Herrligkoffer luego de un mes de iniciada la expedición situándose a 6150 metros recibe la confirmación de los partes del avecinamiento de un monzón. Tras ello ordena la retirada. Buhl y tres alpinistas más deciden seguir. Luego, dos más desertan y Kempter quedó solo con Buhl.

Buhl a las dos de la tarde llega solo a 7820 metros. Todo lo aqueja: sed, hambre, cansancio. Su mochila estaba en un hueco en la nieve muchos metros abajo. Cuando la dejó solo continuó con su cantimplora con infunsión de coca, algunas píldoras de Pervitina, el piolet, los bastones y la cámara. Ingiere anfetaminas para mejorar su estado de vigilancia, nivel de alerta y capacidad de concentración.

Su objetivo se encuentra más allá de los veinte metros, pero el cansancio cobra vida y lo descompensa al caminar. Solo aquel espíritu que lo hace subir, ese que lo impulsa cuando solo estás a una altura casi inalcanzable. Gateando. Arrastrándose. Le es imposible mantenerse en pie, pero aquel espíritu que lo acompañó lo llevó a la cumbre. Sí, la cumbre del Nanga Parbat. El reloj marca ahora las 7 de la tarde.


Había que descender. Pero Buhl, pierde el crampón derecho. Ya es de noche, elige quedarse en una pequeña repisa en la que ni sentarse podía para dormir y partir cuando amanezca. Buhl aquí ya no se siente solo. Una sensación de compañía que lo impulsa a sobrevivir lo mantiene despierto. Lo ayuda  sobrevivir. Ya en el descenso, recupera su mochila y con la garganta partida convulsiona y cae. Pierde la noción del tiempo. Despierta. Recurre a las anfetaminas, y puede tras ello llegar al campamento V donde lo daban por muerto.  

domingo, 31 de agosto de 2014

Crónicas

"El 10 de noviembre de 2009, Robert Enke, portero de la selección alemana de fútbol, hizo su última salida al campo. Le dijo a su esposa que iba a entrenar, subió a su Mercedes 4X4 y se dirigió a un pequeño poblado cuyo nombre quizá le pareció significativo: Himmelreich, Reino del Cielo. Cerca de allí hay un descampado por el que corren las vías del tren. El guardameta dejó su cartera y sus llaves en el asiento del vehículo y no se molestó en cerrar la puerta. Caminó a la intemperie, como tantas veces lo había hecho para defender el arco del CZ Jena, el borussia Monchengladbach, el Benfica, el Barcelona, el Fenerbache, el Tenerife o el Hannover 96. A doscientos metros de ahí, como a unas dos canchas de distancia, estaba enterrada su hija Lara, muerda a los dos años"

ENKE, El último hombre muere primero.
Escribe: Juan Villoro
Revista: Etiqueta Negra
Edición: Junio 2010

"El viejo nada despacio. Boca arriba. Lent. Muy lento. Mueve el brazo derecho, las piernas apenas. Mueve el brazo izquierdo. La pileta está casi vacía. En el segundo andarivel, solos: el viejo y yo, Él, con su parsimonia. Malla negra, antiparras oscuras, bigote finito y canoso. Lo conozco. De algún lado lo conozco. Lo paso por el costado. Llego al borde de la pileta, giro en el lugar, empujo con los pies. Son más de las nueve de la noche de un día de semana. Bajo los violentos reflectores del histórico club Almagro, me lo cruzo de vuelta"

El hombre que nada. Fogwill un escritor que se convirtió en su propio personaje
Escribe: Federico Bianchini
Revista: Etiqueta Negra
Edición: Enero 2011
Crónica ganadora del Premio Las Nuevas Plumas.

El doctor Jaime Gazabón abrió la puerta de su clínica dental de Cartagena de Indias y descubrió a García Márquez tan solo como un astronauta en su sala de espera. Eran las dos y treinta de la tarde del 11 de febrero de 1991 y el paciente había llegado puntual a su primera cita. "En siete años nunca llegó tarde", me contaría tiempo después el odontólogo. En su mesa de centro, había literatura de consultorio de dentista,unas cuantas revistas para bostezar la espera y empezar a caer bajo los efectos sedantes de una música de fondo.El doctor Gazabón parecía despierto bajo sus anteojos de lector de dentaduras. Tenía esa bonhomía que transpira la gente de la costa de Colombia y unos bigotes que se esmeraban por competir con su sonrisa simétrica. Aquella primera vez -me encontraba en 1999- García Márquez había llegado hasta allí en su automóvil con chofer, en un barrio de la ciudad cuyo nombre es perfecto para un dentista: Bocagrande."

García Márquez va al dentista
Escribe: Julio Villanueva Chang
Elogios Criminales
Edición: Planeta 2009

domingo, 24 de agosto de 2014

Fila de a uno

De techo alto que tres personas juntas una sobre otra podrían alcanzar. Ventanales largos que reciben las mañanas e ignoran las tardes. Frisos lejanos y zócalos desapercibidos. Loza en el piso que motiva al frío a calar en los huesos de los caminantes. Andar por este pasillo es viajar al pasado. Sentirte en otra época y caminar diferente.

Frente a los ventanales del estrecho pasillo está la fila de puertas, una tras otra muy cercanas, que abre a las direcciones escolares de la facultad de humanidades. Pensaremos quizás que podríamos caminar por aquí, abrir alguna de ellas y escuchar alguna conversación sobre historia, literatura o filosofía. Pero no, aquí solo se sabe de matrículas y horarios.

Ante un temblor o terremoto, sería un acto suicida elegir esta como vía de escape. Apenas alguien tropiece no habrá forma de abrirse a seguir caminando. El color amarillento de las paredes le da un poco de calor a estos meses en el que el frío se siente en los huesos.