martes, 9 de septiembre de 2014

Tocando el cielo.


El reloj marca las dos de la madrugada del tres de julio. Hermann Buhl, alemán de 29 años, es el mejor hombre de esta expedición y se despierta para partir solo hacia la cumbre. Kempter se queda dormido en el campo V a 6900 metros. Están en el Nanga Parbat, montaña de Pakistán que acaricia el cielo con sus 8.125 metros de altura. Es la novena montaña más alta del mundo y a Buhl le faltan 1250 metros para llegar a la cima.

Ya paso más de un mes de esta expedición alemana llevada a cabo sobre la figura del doctor Karl Herrligkoffer quién ve en Buhl a un escalador con gallardía.  Pero Herrligkoffer luego de un mes de iniciada la expedición situándose a 6150 metros recibe la confirmación de los partes del avecinamiento de un monzón. Tras ello ordena la retirada. Buhl y tres alpinistas más deciden seguir. Luego, dos más desertan y Kempter quedó solo con Buhl.

Buhl a las dos de la tarde llega solo a 7820 metros. Todo lo aqueja: sed, hambre, cansancio. Su mochila estaba en un hueco en la nieve muchos metros abajo. Cuando la dejó solo continuó con su cantimplora con infunsión de coca, algunas píldoras de Pervitina, el piolet, los bastones y la cámara. Ingiere anfetaminas para mejorar su estado de vigilancia, nivel de alerta y capacidad de concentración.

Su objetivo se encuentra más allá de los veinte metros, pero el cansancio cobra vida y lo descompensa al caminar. Solo aquel espíritu que lo hace subir, ese que lo impulsa cuando solo estás a una altura casi inalcanzable. Gateando. Arrastrándose. Le es imposible mantenerse en pie, pero aquel espíritu que lo acompañó lo llevó a la cumbre. Sí, la cumbre del Nanga Parbat. El reloj marca ahora las 7 de la tarde.


Había que descender. Pero Buhl, pierde el crampón derecho. Ya es de noche, elige quedarse en una pequeña repisa en la que ni sentarse podía para dormir y partir cuando amanezca. Buhl aquí ya no se siente solo. Una sensación de compañía que lo impulsa a sobrevivir lo mantiene despierto. Lo ayuda  sobrevivir. Ya en el descenso, recupera su mochila y con la garganta partida convulsiona y cae. Pierde la noción del tiempo. Despierta. Recurre a las anfetaminas, y puede tras ello llegar al campamento V donde lo daban por muerto.  

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